jueves, 22 de julio de 2010

Una noche en la playa

Me cogiste de la mano y me llevaste hacia aquella playa acariciada por el nocturno oleaje, iluminada débilmente por el brillar de las innumerables estrellas que se extendían sobre nuestras cabezas, en aquel momento llenas de romanticismo en estado puro.

Era una playa diferente a las demás. Y a mí me gustaba. En lugar de arena, estaba recubierta por una uniforme capa de redondeadas piedras. Sí, lo sé. Sé que era incomodísimo tumbarse en ella, pero… Era especial. Si tú me llevaste en ella, tenía que ser especial. Nos despedimos de tu hermano que, en tu opinión, se moría de la envidia. Se fue a casa, y nos dejó solos. Por fin solos.
Me llevaste con mucho cuidado hasta la orilla, porque sabías que me costaba caminar por aquellas piedras. Llegamos a nuestro rincón, a nuestro pequeño mundo particular por un momento. Tumbados en la playa, observamos en silencio la oscuridad imperturbable del mar que reflejaba la noche y escuchamos con detenimiento el relajante sonido de las olas al chocar y arrastrar las piedras. Entonces miré el cielo.

- ¿Te das cuenta de lo insignificantes que somos en realidad? – pregunté, fantaseando.
- ¿Tanto como tu te sientes cuándo me llamas llorando diciéndome que deseas desaparecer para siempre? – me contestó, con una sonrisa pícara en la boca, esa que tanto me gusta. – No, creo que somos más insignificantes aún, si nos estás comparando con las estrellas y el infinito universo…
- Si te paras a pensar en esto… Es… Es, simplemente, increíble! Nos preocupamos tanto por la mismísima tierra y los banales problemas que suceden en ella, y tenemos aún tanto por descubrir allí fuera… - dije, sin poder contener la emoción que recorría todo mi cuerpo. – A lo mejor, en aquella estrella tan brillante de ahí existe otro planeta girando a su alrededor, y quizás dos seres extraños se están preguntando lo mismo en este preciso instante… ¡Dios mío, qué pasada! ¿No te parece fantástico, cariño?

Pero me callaste con un beso. Sabía perfectamente que te ponía de los nervios cuando me daba por filosofar sobre la vida y sus misterios. Siempre me dices que pienso demasiado, que tengo que vivir el presente y no preocuparme por cuestiones tan… ¿abstractas? Pero sabes que a mí me encanta, aunque quizás no sepas que me gusta mil veces más probar tus dulces labios y adentrarme en un beso inolvidable para mí.

Escuchamos música romántica. Nos miramos. Nos besamos y nos abrazamos más y más. Viajamos a nuestro modo a un mundo que sólo tú y yo conocemos, un mundo al que llamamos Amor verdadero. Lo conocimos hace un tiempo gracias a la visita de la mariposa roja, que, de momento, parece que no quiere alejarse de nosotros.
Y… Creo que tardará mucho en llegar la despedida de la mariposa roja. Nos quedan tantas playas nocturnas que conquistar, tantos mundos por descubrir…

Me queda toda una vida a tu lado.

¿Y sabes qué fue lo mejor? La frase que me dijiste cuándo ya regresábamos a tu casa: “Tú has sido la primera y última chica que llevaré en esta playa para ver las estrellas. Porque sólo tú te lo mereces”.

Sencillamente, me encantas.
Sabes que nunca olvidaré aquella nocheY

miércoles, 14 de julio de 2010

La mariposa roja te susurrará al oído

Si una mariposa nunca te ha susurrado al oído el secreto de la vida, espérate. Tarde o temprano, llegará para sorprenderte. Sé que la esperas con impaciencia, que sólo puedes pensar en ella. No lo hagas, confía en mí. Sabes muy bien que, al contrario de lo que dice la gente, si deseas algo impulsivamente nunca lo consigues. Y tú lo sabes bien, porque tú has vivido.

Déjate seducir por los pequeños placeres de la vida, por tus inquietudes. Bajo ningún concepto dejes que tu instinto te abandone.

Si prestas atención discretamente, sin que se note, si te mantienes observando al margen... La verás llegar. A lo lejos, verás llegar una mariposa roja. ¿Roja? Pues sí, roja. No me preguntes porqué, nunca lo he sabido. Muy poca gente conoce esta mariposa, nadie sabe nada acerca de ella. Así que no me digas que no existen las mariposas rojas hasta que no la veas con tus propios ojos.



Volará despistada, buscando su destino, hasta cruzarse contigo. Silenciosamente, sin que te des cuenta, se posará en tu espalda. No te alteres, no la asustes. Puede que no vuelva nunca más en tu vida, así que no desaproveches esta mágica oportunidad. Siéntete afortunado, no todo el mundo tiene la suerte de conocerla.

Espera, escucha. Siente. Con un sonido casi inteligible te susurrará algo al oído. Lentamente te susurrará, cómo te he dicho, el secreto de la vida: el amor verdadero.



Hace un tiempo que yo la conocí... Y a ti, ¿ya te ha susurrado la mariposa roja?

domingo, 11 de julio de 2010

Cógeme de la mano



Cógeme de la mano;


Te llevaré a un sitio dónde sólo tú has conseguido llegar, un sitio que tiempo atrás invadiste dulcemente sin avisar:


hoy te llevaré a lo más profundo de mi corazón.

Y