jueves, 11 de agosto de 2011

Tempus fugit

Hoy me he quedado muy pensativa mirando el reloj de mi habitación. Estaba sentada en el suelo, observando el paso del tiempo. Me he quedado como diez minutos sin hacer nada más que limitarme a mirar como la aguja de los segundos se movía, sin detenerse nunca... Reflexionando lo que un movimiento tan simple, y absurdo e insignificante por la acelerada existencia de mucha gente, significa en nuestra vida, que no se detiene ni un sólo instante hasta que morimos y dejamos de sentir, dejamos de ser.


La aguja se mueve indiscreta a las miradas de la mayoría, como si fuera haciendo su camino lento pero perseverante de una forma casi ilegal. Como cuando quieres salir de casa de noche o al amanecer y te quitas los zapatos, yendo de puntillas para no hacer ruido, consiguiendo que nadie se dé cuenta de que estás marchando, como se marcha el tiempo mismo, precisamente, en un silencio inmutable. Esta es la aguja de los segundos. Ella ayuda a que el tiempo, inevitablemente huidizo, se escape de forma irreversible, sin posibilidad de retorno.


Un segundo. Dos. Tres segundos. Y otro... ¿Te das cuenta? Ya has perdido unos instantes de tu única vida, simplemente haciendo una rápida ojeada a estas líneas... Más y más instantes todavía. Instantes perdidos, tiempo que ya no puedes volver a recuperar. Y hoy, durante el día de hoy, aunque te hayas organizado muy bien el tiempo, vivirás un montón de instantes absurdos. En unos, te quedarás embobado, con la mente completamente en blanco: instantes perdidos. Más tarde, te dará por planear minuciosamente un futuro que nunca será como tú habías pensado: instantes perdidos. En otros, quizás discutirás por una estupidez sin importancia: instantes perdidos. Más adelante, quizás antes de ir a dormir, ya en la cama, te preocuparás y te enfadarás contigo mismo por cuestiones que ya no tienen solución: instantes perdidos. I de este estilo, todo el mundo los vive cada día...


Ahora júntalos. Todos. El tiempo perdido inútilmente en un día quizás parezca muy poco. Piensa ahora en semanas, meses. Años. Agrupa todos los momentos que se te han escapado sin tú desearlo (y los que seguro que se te van a escapar hoy también) y piénsalo. ¿No sientes impotencia? ¿No sientes que en el fondo desaprovechamos nuestra única vida de una forma totalmente absurda? Y lo que es peor: son instantes que perdemos muchas veces sin ser conscientes de ello, ya que no nos paramos a pensarlo.


Y casi sin darte cuenta, un día te mirarás al espejo y echarás de menos aquella vitalidad de antes, aquella mirada que quería comerse el mundo, y verás que poco a poco la lisa y elástica superficie de tu piel entonces joven ha ido dejando paso a unas finitas arrugas que ya no quieren marcharse. Y entonces, ¿qué pensarás?
...


"Tempus fugit", ¡maldita sea!