sábado, 11 de septiembre de 2010

Tardes de aburrimiento sola en casa (altamente peligrosas)

Sentada frente al ordenador, sola, trato de escribir unas pobres líneas que logren sacarme de ese extraño estado que ahora mismo me domina.
Mi familia se ha ido. Y debería haberme ido con ellos. Siempre he pensado que las tardes de aburrimiento sola en casa son perjudiciales para la salud (tanto física como mental). Que por qué? Sólo haces que rayarte por tonterías. Al estar sola y sin saber qué hacer, te pones inevitablemente melancólica y te vienen todos los remordimientos encima, listos para atacarte en ese momento de bajón, perfecto para conseguir que acabes como una loca mental (o similar). Y no hace falta que nombre a los perjuicios para la salud física: si no mueves el culo del sofá, dentro de un mes querrás entrar en una de esas dietas destructivas que te comen el coco sin que seas consciente de ello, porque a tu novio se le ha escapado un discreto comentario (aunque no tan discreto para ti), pretendiendo sonar inocente e inofensivo.

En esas tardes, sorprendentemente, sientes que la filosofía está contigo y te planteas involuntariamente dilemas complicadísimos sobre las cuestiones más injustas de la vida (ese tipo de cosas que deseaste que se te ocurrieran en aquella cita con el tipo intelectual que conociste al teatro, tratando de sorprenderle). Cuestiones realmente importantes que, aunque tú casi ni las ves, siempre están ahí, pero que solo visitan tu cabeza en este tipo de tardes.

Algo más tarde, también acuden a ti, silenciosamente, la culpa y los remordimientos, consiguiendo que salte una lagrimita de tus ojos recientemente humedecidos. Te das cuenta, por fin, de los errores cometidos hasta hoy, y prometes que mañana serás mejor que ayer, sin saber que es la misma promesa de siempre, esa que aún te espera impaciente para ser cumplida.
De pronto, sientes que la soledad se pega a ti como si de tierra mojada se tratara. Coges impulsivamente el teléfono, y marcas el mismo número dos veces (porque la primera vez los nervios han conseguido que te equivocaras), esperando que esa personita coja el teléfono para rescatarte de una tarde que por ahora parece precipitarse hacia la locura y la desesperación. Uno, dos, tres pips. Al cuarto deseas romper el auricular, y al quinto lo tiras al suelo con toda tu rabia (¿y qué culpa tiene el auricular de tu momentáneo estado de paranoia?).

Sola. Estás sola. Tu novio, tu amiga (o amigo) del alma, o ese desconocido con el que confías plenamente no están ahí para salvarte.

¿Y qué haces entonces? Vienes corriendo al ordenador, te sientas frente a él, y tratas de escribir unas pobres líneas que logren sacarte de ese extraño estado que ahora mismo te domina.

sábado, 21 de agosto de 2010

Volver a ser pequeña

Volver a ser pequeña, dejando las preocupaciones de lado, evadiéndote de todo.

Volver a mirar el mundo con aquellos ojos inocentes, sin rencores ni falsedad.

Poder gozar de vivir el día a día, tal y cómo se te presenta, sin tener que pensar en todo momento qué comportará cada pasito que das en el día de mañana.

Volver a ser pequeña... Viviendo los días con felicidad, y no con rutina. Seguir adelante simplemente por ilusión, y no por obligación. Poder sonreír sin más, y no de forma forzada, procurando dar determinadas impresiones.
Ser tal y cómo eres, y no una marioneta de lo que crees que los demás quieren que seas.

Volver a ser pequeña. Viviendo el presente, y no pensando continuamente que sucederá mañana.

Volver a ser pequeña... ¡Tanto que daría por conseguirlo!

jueves, 12 de agosto de 2010

Felicidad inevitablemente contagiosa (aunque adorable)

Miro a mi alrededor y veo cielos azules, mariposas, sonrisas infantiles llenas de ternura que esconden picardía e ingenuidad; Ojos inundados por luminosas lágrimas de felicidad, nubes de algodón con formas imposibles y un tímido arco iris que no se atreve a lucir cómo le enseñaron días atrás.

Niños pequeños que sueltan agudos grititos de emoción al correr sin saber adónde van, perseguidos por madres inexpertas que tratan de alcanzarles sin conseguirlo, encantadas de estar ensuciándose sin querer los preciosos tacones color crudo que un día su adorable marido les regaló con toda su ilusión.

Jovencitas de mirada perdida que creen estar locamente enamoradas de sus ¿fibrados? novios, a los que abrazan compulsivamente como si tuvieran miedo a que se desintegrasen en cualquier momento, y se quedaran aún más solas de lo que ahora están en realidad.

Conciertos de música country al aire libre abarrotados de un público casual y despreocupado, con frankfurts calientes en una mano y la cerveza fresquita en la otra, que han olvidado sus problemas y quehaceres por un momento.

Olor a golosinas, ganas de saltar, gritar, bailar y cantar, sonrisas sinceras y risas pegajosas, parejas empalagosas que patinan enamoradas cogidas de la mano por paseos marítimos mientras el sol se despide del día, globos de colores que pasean tranquilamente por un cielo azul eléctrico un tanto irreal, películas ñoñas, dulces parques de atracciones en un día de sol...


¡Alegría contagiosa que inevitablemente se respira en el aire!


(Esa canción le va cómo anillo al dedo a mi entrada!)

jueves, 22 de julio de 2010

Una noche en la playa

Me cogiste de la mano y me llevaste hacia aquella playa acariciada por el nocturno oleaje, iluminada débilmente por el brillar de las innumerables estrellas que se extendían sobre nuestras cabezas, en aquel momento llenas de romanticismo en estado puro.

Era una playa diferente a las demás. Y a mí me gustaba. En lugar de arena, estaba recubierta por una uniforme capa de redondeadas piedras. Sí, lo sé. Sé que era incomodísimo tumbarse en ella, pero… Era especial. Si tú me llevaste en ella, tenía que ser especial. Nos despedimos de tu hermano que, en tu opinión, se moría de la envidia. Se fue a casa, y nos dejó solos. Por fin solos.
Me llevaste con mucho cuidado hasta la orilla, porque sabías que me costaba caminar por aquellas piedras. Llegamos a nuestro rincón, a nuestro pequeño mundo particular por un momento. Tumbados en la playa, observamos en silencio la oscuridad imperturbable del mar que reflejaba la noche y escuchamos con detenimiento el relajante sonido de las olas al chocar y arrastrar las piedras. Entonces miré el cielo.

- ¿Te das cuenta de lo insignificantes que somos en realidad? – pregunté, fantaseando.
- ¿Tanto como tu te sientes cuándo me llamas llorando diciéndome que deseas desaparecer para siempre? – me contestó, con una sonrisa pícara en la boca, esa que tanto me gusta. – No, creo que somos más insignificantes aún, si nos estás comparando con las estrellas y el infinito universo…
- Si te paras a pensar en esto… Es… Es, simplemente, increíble! Nos preocupamos tanto por la mismísima tierra y los banales problemas que suceden en ella, y tenemos aún tanto por descubrir allí fuera… - dije, sin poder contener la emoción que recorría todo mi cuerpo. – A lo mejor, en aquella estrella tan brillante de ahí existe otro planeta girando a su alrededor, y quizás dos seres extraños se están preguntando lo mismo en este preciso instante… ¡Dios mío, qué pasada! ¿No te parece fantástico, cariño?

Pero me callaste con un beso. Sabía perfectamente que te ponía de los nervios cuando me daba por filosofar sobre la vida y sus misterios. Siempre me dices que pienso demasiado, que tengo que vivir el presente y no preocuparme por cuestiones tan… ¿abstractas? Pero sabes que a mí me encanta, aunque quizás no sepas que me gusta mil veces más probar tus dulces labios y adentrarme en un beso inolvidable para mí.

Escuchamos música romántica. Nos miramos. Nos besamos y nos abrazamos más y más. Viajamos a nuestro modo a un mundo que sólo tú y yo conocemos, un mundo al que llamamos Amor verdadero. Lo conocimos hace un tiempo gracias a la visita de la mariposa roja, que, de momento, parece que no quiere alejarse de nosotros.
Y… Creo que tardará mucho en llegar la despedida de la mariposa roja. Nos quedan tantas playas nocturnas que conquistar, tantos mundos por descubrir…

Me queda toda una vida a tu lado.

¿Y sabes qué fue lo mejor? La frase que me dijiste cuándo ya regresábamos a tu casa: “Tú has sido la primera y última chica que llevaré en esta playa para ver las estrellas. Porque sólo tú te lo mereces”.

Sencillamente, me encantas.
Sabes que nunca olvidaré aquella nocheY

miércoles, 14 de julio de 2010

La mariposa roja te susurrará al oído

Si una mariposa nunca te ha susurrado al oído el secreto de la vida, espérate. Tarde o temprano, llegará para sorprenderte. Sé que la esperas con impaciencia, que sólo puedes pensar en ella. No lo hagas, confía en mí. Sabes muy bien que, al contrario de lo que dice la gente, si deseas algo impulsivamente nunca lo consigues. Y tú lo sabes bien, porque tú has vivido.

Déjate seducir por los pequeños placeres de la vida, por tus inquietudes. Bajo ningún concepto dejes que tu instinto te abandone.

Si prestas atención discretamente, sin que se note, si te mantienes observando al margen... La verás llegar. A lo lejos, verás llegar una mariposa roja. ¿Roja? Pues sí, roja. No me preguntes porqué, nunca lo he sabido. Muy poca gente conoce esta mariposa, nadie sabe nada acerca de ella. Así que no me digas que no existen las mariposas rojas hasta que no la veas con tus propios ojos.



Volará despistada, buscando su destino, hasta cruzarse contigo. Silenciosamente, sin que te des cuenta, se posará en tu espalda. No te alteres, no la asustes. Puede que no vuelva nunca más en tu vida, así que no desaproveches esta mágica oportunidad. Siéntete afortunado, no todo el mundo tiene la suerte de conocerla.

Espera, escucha. Siente. Con un sonido casi inteligible te susurrará algo al oído. Lentamente te susurrará, cómo te he dicho, el secreto de la vida: el amor verdadero.



Hace un tiempo que yo la conocí... Y a ti, ¿ya te ha susurrado la mariposa roja?

domingo, 11 de julio de 2010

Cógeme de la mano



Cógeme de la mano;


Te llevaré a un sitio dónde sólo tú has conseguido llegar, un sitio que tiempo atrás invadiste dulcemente sin avisar:


hoy te llevaré a lo más profundo de mi corazón.

Y

domingo, 20 de junio de 2010

¡Adiós a otra historia!

Abrí la puerta y me sentí liberada. Mi pulso perdió velocidad, mi respiración se calmó. Me detuve en la acera y noté cómo el pánico cedía, pero volvió a dispararse cuándo pensé: "Dios, ¿tan mal estoy que no puedo estar ni con mi propia hermana? Y ahora tengo que regresar a mi apartamento vacío".

Vaya palo. No podía estar con gente pero no quería estar sola. De repente, mi visión se amplió y me encontré en medio del espacio, observando el mundo. Podía ver a millones y millones de personas, cada una dirigiendo su vida.
Luego pude verme a mí. Había perdido mi lugar en el universo.
Se habían cerrado las puertas y
me habían dejado fuera.

Estaba más perdida de lo que creía que podía estar un ser humano.


Esto es un fragmento de "¿Hay alguien ahí fuera?" de Marian Keyes, gran narradora en mi opinión. El libro me ha encantado. Quizás no es uno de aquellos libros que te marcan profundamente, el libro al que recuerdas el resto de tu vida cuándo te preguntan por tu preferido. Pero, definitivamente, me ha gustado.
Es una de aquellas historias cotidianas y muy reales en las que te sientes muy pero que muy cómoda, realmente como si fuera una vida paralela a la tuya, una historia a la que sólo tú tienes acceso al abrir esas páginas llenas de ironía, perspicacia y sentido del humor.
Y ahora me da pena. Muuucha pena. Sí, ahora siento eso que se siente justo cuando acabas de terminar un libro largo que casi formaba parte de tu día a día. ¿Y ahora qué? ¿Cómo seguirá la vida de mis queridos personajes?
Pues ale, tendré que imaginármela. Y si no, tendré que conseguir otro libro ya, otro libro que consiga adentrarme en su historia, un nuevo mundo con nuevos personajes y experiencias que conocer...

viernes, 18 de junio de 2010

Injusticias


De pronto, el chico cerró los ojos, llorando de rabia, sin una pizca de esperanza. Yo debía hacerme el fuerte, para intentar hacerle creer que todo pasaría, que no estaba tan mal. Debía ser fuerte ni que fuera tan solo para animarle... Pero no podía, era incapaz de contener esas lágrimas que recorrían mis mejillas, con destino a sus débiles y temblorosas manos.


Ya no quedaba nadie por la calle. Sólo nos acompañaba el rumor de los eucaliptos y la intensa luz de la luna, que empalidecía aún más el rostro de aquel pobre niño inocente.
Yo quería ayudarle, pero algo en mi interior me decía que lo mejor sería dejarle morir. No tenía casa, no tenía familia, sólo se tenía a él mismo y a su inoportuna enfermedad.


Por un momento deseé intercambiarme los papeles con él. Ser yo el enfermo, y él un niño libre y feliz. ¿Por qué él? ¿Por qué él, que le quedaba tanta vida por vivir, tantas experiencias, momentos y sentimientos que experimentar? ¿Por qué?


La naturaleza es a veces tan injusta... Pero el destino dijo que le había tocado a él, y yo no podía hacer nada por modificarlo. Entre llantos y silencios nos dormimos, bajo aquel despiadado frío de enero, yo envuelto por la incertidumbre y la rabia, él por la muerte que finalmente le arrebató la vida...

sábado, 12 de junio de 2010


He aprendido a amar los secretos.
Parecen ser lo único capaz de prestarle cierto misterio o fantasía a la vida moderna.
Lo más banal resulta delicioso con sólo esconderlo.




viernes, 11 de junio de 2010

Desorden en mi cabeza


Necesito encontrar respuestas. Necesito saber el porqué de todo, y sin embargo nadie ni nada me da las respuestas.

No quiero seguir adelante ni volver atrás. No. No me gusta nada mi camino hecho hasta ahora y no tengo fuerzas para buscar otro de nuevo, o una desviación, un atajo que consiga hacer más placentero este largo viaje.

No quiero seguir, no quiero avanzar. ¡Quiero que todo se detenga!

Por un momento, no tener que pensar en nada... Por un momento, desvanecerme, desaparecer...

Desaparecer.

domingo, 6 de junio de 2010

Ella quería volar alto, muy alto;
perderse entre las nubes de tu corazón...Y

Cada día cuenta


Sentir que debes aprovechar cada segundo de tu vida, incluso en esos días que no tienen nada de especial. Porque es tu única oportunidad, porque nada de lo que haces podrás repetirlo ni cambiarlo, nunca podrás volver atrás.
Sentir que no debes dejar que la vida pase sin importancia, sin pensar que tiene su fin y ningún otro comienzo.

Porque cada minuto que pasa es uno menos de tu vida, y te das cuenta que los echas a perder continuamente. Intenta vivir al máximo todos los pequeños detalles que por ahora son insignificantes pero que más adelante serán decisivos.
No pienses que hoy es un día cualquiera, porque cada día cuenta y cada día, por monótono y corriente que parezca, es especial. Porque es un día más en tu vida, un día único que nunca podrás vivir de nuevo.

Haz que cada momento cuente. Vive intensamente cada uno de tus días, porque más adelante no tendrás la oportunidad de hacerlo. Y piensa que cada detalle está construyendo tu día a día. Solamente tú decides cómo.
Vive los días como si hoy fuera el último, porque mañana es inseguro, el ayer no te pertenece y solamente el hoy es tuyo. Entonces sabrás lo que es vivir.
Y recuerda: HOY es un día único, nunca más volverá a repetirse.

viernes, 4 de junio de 2010

Una pequeña (aunque provisional) presentación

Bueno, ¿por dónde empezar?
...

Por supuesto, presentándome un poco, ¿no?
Yo soy una chica, una chica llamada Júlia, que tiene 16 años de edad. Soy una chica con inquietudes y temores, con (muchas!) manías y rutinas supersticiosas (aunque, paradójicamente, no me considere una chica supersticiosa...). Una chica llena de molestos prejuicios pero con ganas de conocer, de saber más sobre este largo y misterioso camino que es la vida y de quedarme sin un solo interrogante!
Una chica que poco a poco irás conociendo, aunque cuando creas que ya me conoces completamente te darás cuenta de que realmente en ese instante aún te queda mucho por descubrir, como si de nuevo fuera para ti casi como una desconocida...



Y nada, que hoy me estreno con esto de los blogs. No sé si me gustará o si me volveré una adicta (como mi padre!), pero almenos lo probaré. Ya se dice, no se puede opinar sobre nada sin antes haberlo probado!

Aquí escribiré textos, frases, experiencias... Y todo aquello que se me pase por la cabeza. Seguramente también serán mías muchas de las fotos que cuelgue en él.
Es extraño.
Casi siempre he vivido guardándome todos mis pensamientos y historias para mí, sin que nadie las conozca, y parece ser que, a partir de hoy, voy a compartirlas!

Puede ser una experiencia realmente interesante...