Me cogiste de la mano y me llevaste hacia aquella playa acariciada por el nocturno oleaje, iluminada débilmente por el brillar de las innumerables estrellas que se extendían sobre nuestras cabezas, en aquel momento llenas de romanticismo en estado puro.
Era una playa diferente a las demás. Y a mí me gustaba. En lugar de arena, estaba recubierta por una uniforme capa de redondeadas piedras. Sí, lo sé. Sé que era incomodísimo tumbarse en ella, pero… Era especial. Si tú me llevaste en ella, tenía que ser especial. Nos despedimos de tu hermano que, en tu opinión, se moría de la envidia. Se fue a casa, y nos dejó solos. Por fin solos.
Me llevaste con mucho cuidado hasta la orilla, porque sabías que me costaba caminar por aquellas piedras. Llegamos a nuestro rincón, a nuestro pequeño mundo particular por un momento. Tumbados en la playa, observamos en silencio la oscuridad imperturbable del mar que reflejaba la noche y escuchamos con detenimiento el relajante sonido de las olas al chocar y arrastrar las piedras. Entonces miré el cielo.
- ¿Te das cuenta de lo insignificantes que somos en realidad? – pregunté, fantaseando.
- ¿Tanto como tu te sientes cuándo me llamas llorando diciéndome que deseas desaparecer para siempre? – me contestó, con una sonrisa pícara en la boca, esa que tanto me gusta. – No, creo que somos más insignificantes aún, si nos estás comparando con las estrellas y el infinito universo…
- Si te paras a pensar en esto… Es… Es, simplemente, increíble! Nos preocupamos tanto por la mismísima tierra y los banales problemas que suceden en ella, y tenemos aún tanto por descubrir allí fuera… - dije, sin poder contener la emoción que recorría todo mi cuerpo. – A lo mejor, en aquella estrella tan brillante de ahí existe otro planeta girando a su alrededor, y quizás dos seres extraños se están preguntando lo mismo en este preciso instante… ¡Dios mío, qué pasada! ¿No te parece fantástico, cariño?
Pero me callaste con un beso. Sabía perfectamente que te ponía de los nervios cuando me daba por filosofar sobre la vida y sus misterios. Siempre me dices que pienso demasiado, que tengo que vivir el presente y no preocuparme por cuestiones tan… ¿abstractas? Pero sabes que a mí me encanta, aunque quizás no sepas que me gusta mil veces más probar tus dulces labios y adentrarme en un beso inolvidable para mí.
Escuchamos música romántica. Nos miramos. Nos besamos y nos abrazamos más y más. Viajamos a nuestro modo a un mundo que sólo tú y yo conocemos, un mundo al que llamamos Amor verdadero. Lo conocimos hace un tiempo gracias a la visita de la mariposa roja, que, de momento, parece que no quiere alejarse de nosotros.
Y… Creo que tardará mucho en llegar la despedida de la mariposa roja. Nos quedan tantas playas nocturnas que conquistar, tantos mundos por descubrir…
Me queda toda una vida a tu lado.
¿Y sabes qué fue lo mejor? La frase que me dijiste cuándo ya regresábamos a tu casa: “Tú has sido la primera y última chica que llevaré en esta playa para ver las estrellas. Porque sólo tú te lo mereces”.
Sencillamente, me encantas.
Sabes que nunca olvidaré aquella noche… Y
entiendo tu felicidad!
ResponderEliminar"si tu me llevaste en ella tenía que ser especial", que increíble manera de pensar... relacionarlo con la mariposa roja... y sobretodo usar la palabra "abstracto", aunque mo sea del todo sustancial, que bueno que hayas alcanzado ese nivel de realización, alguien en quien apoyarte y así no continuar cayendo ":)"
Jo-der que textazo. Me has matado en serio .. es precioso. Ahora la impaciente voy a ser yo, pero mi impaciencia será por leer tus próximos textos ! Eres genial (:
ResponderEliminarAh, y me alegro muchísimo de que os vaya también .. estoy segura de que te lo mereces ^^
Disfruta la suerte que tienes de tener a alguien que te quiera tanto a tu lado ;)
ResponderEliminarMe ha encantado tu forma de contarlo.
Un abrazo
toda una vida...es todo lo que se necesita cuando tienes a alguien especial
ResponderEliminar